UCM

 


  Tesis Doctoral

 

          Dieta, indicadores de salud y caracterización biomorfológica de la población medieval musulmana de Xarea (Vélez Rubio, Almería)

          Estas líneas recogen el contenido de la interpretación final de mi Tesis Doctoral. Constituyen simplemente un pequeño resumen de aspectos esenciales analizados en la investigación de la necrópolis hispanomusulmana de Xarea (Vélez Rubio, Almería). El lector debe entender que esta página web es sólo una parte de la Memoria anteriormente citada y por ello, posiblemente, muchas inferencias sólo podrán entenderse completamente cuando se disponga del texto completo. A pesar de todo, creo importante ofrecer la información de estas líneas a cualquier persona que desee conocer parte de nuestra historia común y mostrar que la Antropología Biológica moderna permite reconstruir la forma y calidad de vida de las poblaciones humanas que nos antecedieron.

         Las razones del estudio

          El interés común de arqueólogos y antropólogos es obtener la máxima información de los restos llegados hasta nosotros procedentes de culturas antiguas. Si en un principio el interés se centraba en la admiración y el estudio de los objetos bellos por sí mismos, con el tiempo se ha ido sistematizando los registros arqueológicos, haciendo exhaustiva la recogida de datos, buscando el por qué de la fabricación de artefactos o la ubicación de un poblado, estudiando sus sistemas políticos, las formas de explotación del territorio, las rutas de comunicación entre los grupos humanos antiguos, en otras palabras, buscando la explicación de los fenómenos adaptativos y atendiendo a su evolución biológica y/o cultural.

          Analizar la respuesta de nuestra especie a determinadas presiones ambientales, sean de origen natural o cultural, es una forma más de valorar su adaptación; así, la capacidad de respuesta a un determinado esfuerzo físico o, de forma más relevante, a una enfermedad, afecta a la capacidad reproductiva de un individuo y por extensión a la de cualquier grupo humano. El análisis de la salud de las poblaciones del pasado permite evaluar la interacción del medio natural y el social ya que, obviamente, el estado de salud influye en determinados factores como la esperanza de vida, el potencial reproductor, la capacidad de trabajar o en todo aquello que permite el mantenimiento de cualquier sociedad (BUSH, 1991). Pensamos que abordar la relación dinámica entre hombre y medio ambiente es, finalmente, estudiar la relación entre el hombre y la cultura.

          El objetivo central de este trabajo ha sido reconstruir la forma de vida de una comunidad rural hispanomusulmana de Almería. Para lograr ese fin las preguntas que nos hemos formulado han sido muy numerosas, entre ellas, ¿dónde vivían, qué número de personas formaban la comunidad, qué tipo de enfermedades sufrían, cuál era el sistema de explotación del territorio, qué labores habituales realizaban?.

          Son muy numerosas las ciencias que utilizadas dentro de la Arqueología pueden dar información y respuesta a estas preguntas. En nuestro caso sólo contábamos con restos esqueléticos humanos por lo que en principio estábamos avocados, como en otras muchas ocasiones, a la información que podemos obtener de los restos óseos, sin duda, mayor de lo que habitualmente se piensa por los no especialistas. La ciencia que se centra en su estudio es la Antropología Biológica. ¿Qué información relevante puede ofrecernos? Múltiple, por ejemplo, podemos estimar, si aceptamos como válidos algunos supuestos, cuál es la dinámica demográfica poblacional, entendida como la tasa de mortalidad y natalidad, o la esperanza de vida al nacer. Para llegar a este punto contamos con un amplio número de técnicas para la determinación del sexo y la edad de un resto óseo, especialmente de métodos multifactoriales que han representado un avance importante en la discriminación sexual. Para la edad, los problemas son aún mayores, por lo que en los últimos años se sugiere la utilización de distintos métodos (LOVEJOY et al., 1985). Este punto es crítico, pues de este primer paso parte la correcta interpretación de los resultados que explican las diferencias sexuales o los cambios degenerativos del esqueleto.

          También podemos intentar valorar el grado de adaptación del individuo a través de su estructura corporal, ya que la plasticidad del hueso ante las distintas exigencias musculoesqueléticas favorece la variabilidad en la manifestación de un carácter y el estudio de un conjunto de ellos puede permitir reconstruir una actividad concreta. En general, se busca la combinación de varios parámetros para obtener índices que permitan estimar la forma de la estructura anatómica, estableciendo diferencias en la robustez intra e interpoblacional.

          Sin duda la enfermedad, desde sus distintas manifestaciones, es un buen indicador de las condiciones de vida de un grupo. Hoy, podemos estudiar los problemas de nutrición durante la infancia, procesos infecciosos de la cavidad oral como la caries, los abscesos, o lesiones como la enfermedad periodontal, afecciones que pueden modificar el proceso de masticación. Podemos observar las alteraciones producidas como consecuencia de actividades que requieren un esfuerzo prolongado y/o intenso, los cambios degenerativos, las fracturas, y en ocasiones conocer la causa que las generó. Incluso es posible identificar determinadas enfermedades de tipo infeccioso en el esqueleto postcraneal que pudieron terminar en la muerte del individuo.

          Aunque éstos son métodos comunes para el estudio de los restos óseos, la capacidad técnica actual nos ofrece alternativas que aún se encuentran en estado casi experimental, caso de la amplificación de ADN procedente de hueso antiguo. Análisis que abre las puertas a la determinación del sexo de restos incompletos, a las relaciones familiares entre individuos enterrados en la misma sepultura o en un mismo recinto funerario, al origen de las migraciones, o al diagnóstico paleopatológico. Pero esta parte del análisis biológico sólo está iniciándose y aún habrá que esperar algún tiempo para que las determinaciones alcancen unos porcentajes de fiabilidad substancialmente más elevados que los de hoy en día.

          No debemos olvidar que existen limitaciones en la investigación de cada uno de los apartados mencionados, aunque en sí mismos pueden constituir o constituyen un área independiente de trabajo. Quizá uno de los aspectos más criticados haya sido la paleodemografía. Algunas de las razones ya han sido comentadas en las páginas precedentes, pero una de las más destacadas es la consideración de cualquier población como estable. En este caso las tasas de natalidad y mortalidad serían iguales, lo que impide considerar la posibilidad de una disminución o aumento de una u otra por cuestiones de migración, epidemias, guerras, etc., factores que desajustan el equilibrio teórico de la población. Tampoco conocemos si en el cementerio que excavamos se encuentran enterrados todos los individuos, por lo que podríamos no contar con una representación completa de la población; la ausencia de individuos infantiles, en especial los menores de un año, hace sospechar la existencia de un lugar de enterramiento distinto, y con ello la realidad de la mortalidad infantil es puesta en duda. En ocasiones tampoco sabemos si existen otras necrópolis de la misma cronología o si había lugares específicos para enterrar a determinados grupos sociales. Si el cementerio se encuentra parcialmente excavado, el azar puede hacer que no se localicen lugares con características distintas a las recuperadas. Aún así, mediante su estudio, aunque sea aproximado, podemos acercarnos a una parte de la realidad que desconoceríamos por completo si la obviáramos.

          Por otro lado, todo el análisis paleopatológico depende del estado de conservación del material. En escasas ocasiones el material arqueológico se encuentra en buenas condiciones, con lo que no siempre pueden extraerse resultados concluyentes que permitan proponer hipótesis aplicables a otras poblaciones. Desgraciadamente la manifestación de cambios morfológicos en el hueso es limitada, por lo que no podemos encontrar en él la respuesta a todas nuestras preguntas. Sin embargo, el estudio de varias estructuras muchas veces posibilita establecer el patrón de actividad de un individuo.

 

          ¿Qué significa Xarea? ¿Qué rito de enterramiento tenía?

          Al margen de la interpretación propuesta por PALANQUES (1909) sobre la etimología de Xarea, campo del suplicio, en el diccionario Español-Arabe, se denomina con este término al camino del abrevadero. En la toponimia actual es frecuente encontrar nombres que hacen referencia a lugares que señalizan o localizan un sitio destacado para una comunidad. En el mapa de la Figura 1 podíamos apreciar la presencia de una pequeña balsa natural en Xarea, pensamos que posiblemente ésta haya dado origen al topónimo en época medieval y que la sugerencia de Palanques debe ser necesariamente revisada.

          La necrópolis de Xarea se encuentra situada justo enfrente, y al otro lado del río, de un antiguo asentamiento hispanomusulmán localizado en el Cerro del Castellón, en él se edificó una fortaleza posiblemente a finales del siglo IX (MOTOS, 1992) a la que se llamó Velad al-Ahmar o Tierra Roja. De este enclave sólo conocemos la descripción dada por MOTOS, puesto que no ha sido excavado hasta el momento. Pensamos que éste era el lugar donde muy probablemente habitaba, al menos, una parte importante de la población que fue enterrada en la necrópolis. El control visual desde el asentamiento debía ser idóneo, cercano a los caminos de entrada tal y como se disponían en esta época los cementerios.

          El rito de enterramiento de Xarea se ha mostrado estrictamente ortodoxo, salvo casos excepcionales no hay ningún elemento de ajuar, la orientación de las tumbas es NE-SO, la disposición de los individuos es décubito lateral con el rostro mirando al SE, en fosas de dimensiones reducidas, largas y estrechas, forma similar a la detectada en otra necrópolis urbana de rito musulmán como es la de San Nicolás de Murcia. No parece existir un patrón diferente para el sistema de enterramiento en el ámbito rural, aunque en Xarea no se han identificado estructuras distintivas que permitan establecer ninguna asociación de parentesco o de condición social. Posiblemente la humildad de estas gentes se pueda manifestar por la falta de cualquier tipo de ornamentación ya que, sin duda, sólo los más pudientes eran los que ponían estelas o edificaban pequeñas capillas identificando las tumbas.

 

          La determinación del sexo y la edad aparente de muerte son dos aspectos metodológicos fundamentales para la reconstrucción de las poblaciones humanas desde el punto de vista antropológico. Su importancia puede expresarse por el número de artículos especializados que se realizan desde hace más de cien años y los que sin duda seguirán apareciendo. En la práctica, el análisis de ambos parámetros se ha extendido a la totalidad de estructuras anatómicas y las revisiones metodológicas incluso han permitido la publicación de grandes volúmenes (KROGMAN e ISÇAN, 1986; ISÇAN, 1989). En nuestro caso se hizo necesario aplicar distintas técnicas en función del estado de conservación del material. Tal y como indicábamos en Material y Métodos los procedimientos de determinación sexual se basaron en caracteres discretos del coxal, cráneo o mandíbula y en la elaboración de funciones discriminantes, específicas para Xarea, centradas en las dimensiones tibiales. Dichas ecuaciones permitieron realizar la determinación sexual de los restos peor conservados o de aquellas tumbas en las que sólo se detectó la presencia de huesos largos.

          La edad aparente de muerte se evaluó mediante tres procedimientos siguiendo la recomendaciones de numerosos autores (LOVEJOY et al., 1985; MEINDL y LOVEJOY, 1985; BASS, 1987; BROTHWELL, 1987; SUCHEY et al., 1988; UBELAKER, 1989). De ese modo pudieron determinarse tres edades distintas relativas al cráneo (suturas craneales), coxal (sínfisis púbica) y mandíbula (altura de la corona dental). Nuestro estudio demostraba que, en promedio, las estimas para la serie masculina variaban en menos de dos años, pero la diferencia entre la edad sutural y la dental alcanzaba los nueve en la serie femenina. Se detectaba, por tanto, una subestima en la edad sutural muy marcada que afectaba de forma significativa a las mujeres de Xarea. ¿Acaso la edad dental no era útil? y si era así ¿por qué no difería en los varones?.

          Numerosos investigadores han desarrollado protocolos de determinación de la edad basados en el patrón de desgaste dentario (YAMADA, 1931; GUSTAFSON, 1950; MILES, 1963). LOVEJOY y colaboradores (1985) revisaban distintas técnicas que afectan al cráneo y esqueleto postcraneal y apoyaban la gran fiabilidad del desgaste dental respecto a las estimas obtenidas con otros métodos. Metodológicamente existen, esencialmente, dos limitaciones: el grado de abrasión de la dieta y el patrón económico de la sociedad. Los niveles de desgaste de las sociedades cazadoras-recolectoras son muy superiores a los de poblaciones agrícolas y si los ingredientes de la dieta son muy abrasivos la atrición es más acusada. ¿Por qué las ecuaciones de WALTER y SHAPIRO (1992) eran útiles en varones y no en mujeres?. Evidentemente, podía tratarse de un problema asociado a una dieta distinta en ambos sexos, pero nuestros resultados de ICP-AES no apoyaban está hipótesis de forma que debería suponerse la existencia de algún otro motivo. La revisión bibliográfica demostró que algunos autores han detectado una obliteración más tardía de las suturas craneales en las mujeres y, por lo tanto, que las estimas basadas en edad sutural son en realidad subestimas de la edad cronológica. Según las cifras aportadas por MASSET (1989) el error puede llegar a ser superior a los diez años, valor prácticamente idéntico al detectado por nosotros. Como las piezas dentales se conservan con mayor facilidad en el registro arqueológico, la edad dental suponía una ventaja respecto a los otros métodos, ya que el tamaño muestral se incrementaba de forma significativa. La utilización de este procedimiento permitió extender el estudio a individuos que estaban representados tan sólo por dientes, asociados o no a fragmentos mandibulares, favoreciendo la información e interpretación de los restos humanos.

          La distribución de los enterramientos es bastante uniforme en toda la superficie excavada de la necrópolis, si bien la zona 1, quizá por alteraciones postdeposicionales tiene una menor densidad de tumbas. Los enterramientos infantiles representan el 18% del total de los recuperados. Aunque se han detectado más niños entre 0 y 6 años en la zona 3 del cementerio, la mejor preservada, no podemos desestimar que en el resto de las zonas este tipo de tumbas se hayan perdido por cuestiones tafonómicas, ya que estos restos muestran una menor resistencia debido a la escasa densidad de la estructura del hueso (GUY et al., 1997). Sin embargo, nuestro estudio sobre el estado de conservación de las distintas regiones anatómicas señala que los restos infantiles se preservan, aproximadamente, un 20% menos que los de adultos; a pesar de lo cual, son claramente identificables, así como lo son sus fosas. Algunos autores (GUY et al., 1997) sí han detectado la desaparición completa de los restos infantiles en colecciones del siglo pasado, pero a pesar de la ausencia de estructuras óseas, estaban presentes las fosas e incluso los ataúdes en los que fueron enterrados. Por tanto, pensamos que si en la zona 1 y 2 hay menos enterramientos de este intervalo de edad puede ser debido a la desaparición completa de la tumba que, por sus más reducidas dimensiones, es factible que hayan sido arrasadas sin dejar ningún tipo de evidencia. Una alternativa en Xarea sería admitir la existencia de fluctuaciones poblacionales que hayan afectado tanto a las tasas de natalidad como a las de mortalidad infantil, hipótesis consistente con el posible despoblamiento de la zona en determinados períodos. Menos probable es la posibilidad de un descenso en la mortalidad infantil como consecuencia de una mejora de las condiciones de vida, puesto que según los indicadores de salud evaluados no fueron buenas para el conjunto de la muestra estudiada.

          Como ya se ha expuesto, la necrópolis de Xarea se excavó por procedimiento de urgencia y no fueron recuperadas la totalidad de tumbas existentes. Algunos de los cortes que se plantearon estaban arrasados por construcciones modernas y no se encontraron restos de enterramientos, aunque lógicamente debieron estar ocupados por sepulturas durante el período de utilización puesto que volvemos a encontrar individuos en zonas circundantes no afectados por las construcciones. Nuestras preguntas son ¿cuantos individuos estaban enterrados en Xarea? ¿Cuantas personas formaban parte de la población? ¿Durante cuanto tiempo se utilizó la necrópolis? Para responder a estas cuestiones primero hemos calculado el número aproximado de enterramientos. Para ello hemos asumido que la densidad de tumbas es similar a la de los cortes excavados en todo el área delimitada de la necrópolis. Así, podemos calcular que había, al menos, mil enterramientos. Algunos estudios históricos (CARA, 1993) ofrecen como posible la presencia de unas 2300 personas en Vélez Rubio en 1491, aunque en esta fecha ya debía existir población cristiana para mantener el poder político sobre la zona recientemente conquistada. En 1570 sólo quedó una familia morisca de las 260 que aún vivían en Vélez Rubio (GARZON, 1972); cada familia estaba formada por un promedio de cinco individuos (SEGURA, 1989), es decir, el número podría estar próximo a los 1300 moriscos. Es lógico pensar que la población musulmana antes de la conquista cristiana fuese algo mayor, pues la emigración de los territorios conquistados por los Reyes Católicos fue masiva. Por tanto, podemos asumir que como mínimo hubiesen vivido en Vélez Rubio unas 1300 personas.

          La siguiente cuestión es el tiempo de utilización de la necrópolis, si aceptamos como inicial la fecha de la lápida comentada por Palanques, 941, y como final el año de abandono del Castellón y la fundación de la actual Vélez Rubio, 1520, el cementerio estaría en uso 579 años. Si esto es así, en una población de 1300 individuos con la tasa de mortalidad estimada en Xarea, 27.14 por mil, tendríamos 35 muertes al año que por 579 años ofrecería 20323 defunciones. ¿Dónde se encuentran enterrados esos individuos?. Obviamente, el espacio físico de Xarea imposibilita la ubicación de un número semejante de inhumaciones.

          Por otro lado si aplicamos las ecuaciones establecidas por ACSADI y NEMESKERI (1970) o la de MORRIS (1987) con la tasa de mortalidad comentada y una esperanza de vida al nacer de 36.84 años, las estimas nos ofrecen una población siempre inferior al centenar de individuos, unas 65 personas. Descontando mujeres y niños nos quedarían menos de 15 varones adultos para defender el primer puesto fronterizo musulmán frente a los cristianos de Murcia. Creemos que es un planteamiento ilógico. Incluso si reducimos el tiempo de ocupación de la necrópolis del 941 al 1305, fecha obtenida mediante datación radiocarbónica, es decir, 364 años, tendríamos con las mismas tasas unos 100 individuos, de los cuales 20 serían varones adultos. Nos encontramos ante el mismo problema, pero, con ello estaríamos asumiendo necesariamente la existencia de otra necrópolis, pues el asentamiento musulmán siguió existiendo. Sea uno u otro el resultado, las estimaciones son excesivamente bajas para la situación estratégica de Vélez. Por tanto tenemos que aceptar, al menos, tres hipótesis: primera, la presencia de otro u otros cementerios; segunda, la existencia de fluctuaciones en el número de personas que vivían allí como consecuencia de las continuas incursiones cristianas y el despoblamiento en determinados momentos de su historia; tercera, asumir la debilidad de los estimadores paleodemográficos. Posiblemente los tres argumentos conjuntos puedan ser la respuesta más adecuada a este caso concreto.

 

          La estrategia de supervivencia en esta zona viene marcada por unas condiciones geográficas y políticas muy concretas. La zona de los Vélez es una región climatológicamente seca y árida, donde se han producido importantes alteraciones medioambientales de origen antrópico, en especial la destrucción de la cubierta vegetal, que han ido empeorando unas condiciones que ya inicialmente eran adversas. Además, debemos tener presente la inestabilidad política existente en gran parte de este área durante el período medieval. El control de esta zona era fundamental al ser un paso natural y poseer los nacimientos de algunos de los afluentes del Guadalentín; el control del agua en estas comarcas siempre ha sido de vital importancia, de hecho, durante buena parte de su historia Los Vélez estuvieron bajo jurisdicción murciana. También conocemos la importancia de las incursiones bélicas que eran organizadas, de forma periódica, por las tropas tanto cristianas como musulmanas; acciones que tenían como principal objetivo asolar el territorio enemigo que atravesaban (JIMENEZ, 1997). En estas circunstancias la situación económica no debió ser demasiado próspera, a pesar de lo cual, los musulmanes supieron aprovechar los recursos naturales que les ofrecía la zona modificando la organización del paisaje, manteniéndose en este lugar durante siglos.

 

          ¿Quienes vivían en este área?

          Una de las primeras cuestiones que llama la atención en nuestro estudio es la distribución por edades de la muestra. Se observa un porcentaje muy bajo de individuos entre 21 y 30 años (6%), esta falta de representación podría ser debida a una posible migración de gente joven a centros urbanos con medios de vida supuestamente más favorables. En la necrópolis urbana de San Nicolás de Murcia, el grupo de edad entre 18 y 30 años representa el 38% de la población, BRANDI (1992) justifica esta alta mortalidad a edades jóvenes por la llegada de gente de ámbito rural y una susceptibilidad mayor a sufrir determinadas enfermedades infecciosas. Aunque no pueda ser descartada la posibilidad de una emigración selectiva, debemos pensar que los jóvenes eran reclutados periódicamente para las aceifas o incursiones guerreras contra los reinos cristianos y sufrirían bajas, pero esta práctica debería afectar sólo a los varones. Aún así, el número de este grupo de edad sigue siendo extremadamente escaso, y continuaría siéndolo a pesar de estimar la edad de las mujeres mediante las suturas craneales.

 

          ¿Cuál era su tipo de economía?

          Para valorar el sistema económico que desarrolló la población que fue enterrada en Xarea hemos utilizado distintos métodos: la información aportada por la morfología de huesos postcraneales, la patología oral y la determinación de paleodieta mediante elementos traza. Una de nuestras primeras aproximaciones fue el estudio del tamaño y la forma de los distintos huesos largos para contrastar la hipótesis de la asimetría cruzada expuesta por RUFF y JONES (1981). Estos autores encontraron una relación positiva en el desarrollo óseo entre brazo derecho y pierna izquierda en poblaciones cuya principal actividad económica era la agricultura extensiva. La asimetría detectada en Xarea afecta al húmero derecho y al fémur izquierdo en la mitad de los varones estudiados y se corresponde entre el húmero derecho y la tibia izquierda en casi una cuarta parte. Estos datos no parecen ser completamente consistentes con la hipótesis de RUFF, por lo que creemos que el tipo de agricultura desarrollado en esta zona es distinto al de una explotación de grandes superficies. En nuestro caso, mayoritariamente se trataría de pequeñas extensiones de terreno trabajadas con técnicas agrícolas distintas al arado tirado por grandes animales, lo cual podría explicar una exigencia musculoesquelética diferente a la manifestada por la población americana.

          Según CARA (1993) en Almería predominaba la pequeña unidad de cultivo, y los agricultores poseían parcelas diseminadas en las que plantaban gran variedad de productos. Aún así, el 23% de la muestra analizada presenta asimetría completa, por lo que una parte de los varones podría desarrollar esta actividad de forma preferencial. Es reseñable que en las mujeres no se encuentre asimetría cruzada entre húmero y tibia, salvo en uno de los casos estudiados, lo que pondría en evidencia la existencia de un tipo de actividad diferencial en ambos sexos en lo referente a las labores de labranza, donde las mujeres musulmanas no participarían. Esta situación es claramente distinta a la que encontramos en los reinos cristianos donde las esposas colaboran activamente también en el cultivo de la tierra (DILLARD, 1993). Las mujeres musulmanas parecen dedicadas a otras labores, sin duda más restringidas al ámbito doméstico (ARIE, 1993; LOPEZ DE LA PLAZA, 1992). Según LOPEZ DE LA PLAZA mientras el hombre ostenta en la sociedad islámica el papel económico principal, la actividad pública de la mujer en el trabajo se inscribe dentro de una economía secundaria, centrada en general en las necesidades derivadas de su condición de ama de casa. Algunos de los indicadores de actividad utilizados en este estudio, como la exóstosis en la inserción del psoas mayor, muestran diferencias sexuales estadísticamente significativas, siendo más frecuente en los varones, 23% frente al 4% de las mujeres. Este músculo permite los movimientos de flexión de la pierna y el tronco, actuando en la inclinación del cuerpo hacia adelante; estas acciones serían frecuentes ante determinadas labores agrícolas como la recolección y/o la siembra. Creemos que estos resultados confirman la hipótesis de la destacada importancia de las actividades agrícolas desarrolladas por esta comunidad, principalmente por el sexo masculino.

          La presencia de casos en los que no se detecta asimetría cruzada pondría en evidencia la existencia de otras actividades, no relacionadas directamente con la agricultura, realizadas por algunos miembros de la población y que en una comunidad, con una economía posiblemente de subsistencia, serían imprescindibles para asegurar su supervivencia. Desde luego, la situación fronteriza favorecería la existencia de ganadería aprovechando los pastos de lugares no cultivados (LADERO, 1989; JIMENEZ, 1997). También existían pequeñas rutas trashumantes dentro del reino de Granada, pero parece que la ganadería andalusí se circunscribía más al ámbito comarcal, complementando la riqueza económica de las llanuras y de las montañas de las regiones inmediatas (CARA, 1996); sin duda, la geografía de los Vélez favorecería esta actividad. En el estudio de la exóstosis de la tuberosidad anterior de la tibia, donde se inserta el ligamento patelar para la extensión de la pierna, se encontraron diferencias sexuales significativas. Las actividades que requieren este movimiento pueden estar relacionadas con las extensiones necesarias para arar la tierra o con una intensa actividad locomotora como la que podrían desempeñar los pastores. Una u otra interpretación parecen estar estrechamente vinculadas a los varones. Sólo el 6% de las mujeres muestran este carácter, posiblemente relacionado con el desarrollo de una actividad locomotora intensa en un medio agreste.

          La caries afecta al 73% de los individuos analizados, con un promedio de tres caries por persona. Un porcentaje tan alto sugiere un consumo elevado de hidratos de carbono lo que permitiría la proliferación de distintas bacterias, especialmente streptococos, y la fermentación de azúcares generando la desmineralización de la pieza dental. En Vélez Rubio se ha documentado la presencia de un importante número de colmenas de abejas, objeto de disputa con los habitantes de Lorca (JIMENEZ, 1997), y es conocida la ingesta de productos dulces elaborados a base de miel, frutos secos y azúcar. Esta podría ser una importante fuente generadora de caries si no existen unos cuidados higiénicos mínimos.

          El índice total de lesiones dentales, elaborado para estudiar conjuntamente las pérdidas antemortem y las caries, refleja que los varones presentan frecuencias algo más elevadas que las mujeres, debido a una mayor pérdida de piezas dentarias durante la vida del individuo. Aunque la frecuencia de caries aumenta con la edad y la muestra de Xarea está compuesta por un porcentaje elevado de individuos mayores de 40 años, este factor no es el único causante de la incidencia de lesiones, pues más del 10% de los dientes se encuentran afectados por caries entre 21 y 40 años y, aproximadamente el 5% presenta pérdidas antemortem. Muy posiblemente las condiciones sanitarias orales no fueron demasiado buenas, peores en los varones, donde la pérdida dental antemortem se produce a edades más tempranas. Consistente con esta hipótesis es la elevada frecuencia de enfermedad periodontal manifestada como una alteración del borde alveolar, que afectaría a la serie masculina en los intervalos de edad más jóvenes. Si el borde alveolar retrocede, queda expuesta mayor superficie del diente, en especial, el cuello de la pieza dental que, al tener una densidad menor de esmalte y dentina que la zona oclusal, puede ser fácilmente atacada por bacterias. Esta podría ser la razón última que permitiera explicar que el 80% de las caries encontradas se localicen en el cuello del diente. Los resultados obtenidos revelan la estrecha interrelación de los distintos indicadores de salud bucal y cómo, el estudio conjunto de ellos, permite explicar procesos que de forma aislada no podrían ser aclarados con precisión.

          Igualmente, el desgaste dental observado no es fuerte, sólo llega, en promedio, al grado 5 de la escala de Smith para el grupo de mayor edad. Este desgaste es típico de un tipo de alimentación blanda, en la que no se ingieren productos demasiado abrasivos. Como consecuencia de ello, los alimentos suelen dejar restos en la superficie de los dientes y, si no existe una buena higiene bucal, termina degenerando en una lesión cariogénica; no debe, por tanto, extrañarnos el elevado porcentaje de individuos que tienen algún diente afectado por caries. En nuestra opinión, la información que ofrece tanto el grado de desgaste como la presencia de las distintas patologías orales, pone en evidencia la clara relación de esta población con una economía basada en la agricultura.

          Indudablemente la influencia de la edad en los indicadores de salud bucal limita las comparaciones interpoblacionales y puede darnos una visión sesgada o incorrecta de las condiciones reales de vida de poblaciones con el mismo sistema económico. Desgraciadamente, son escasos los trabajos en los que se analiza este tipo de lesiones por grupos de edad debido, en general, a los reducidos tamaños muestrales. Sin embargo, pensamos que es necesario realizar una llamada de atención ante la importancia de este factor y tomar conciencia de que la sola comparación de frecuencias totales puede estar limitando o condicionando nuestras interpretaciones sobre la población estudiada.

          Como esperábamos, el estudio de la patología oral ofrece resultados muy relevantes sobre una de las cuestiones centrales de nuestro trabajo, delimitar la forma de explotación del territorio, pero además, hemos intentado ofrecer información aportada por nuevas técnicas analíticas que permitan contrastar nuestras hipótesis y, en lo posible, enriquecerlas con otros datos. Para establecer el patrón alimenticio se realizó un estudio sobre la concentración de elementos traza presentes en el hueso en una muestra formada por veintiún individuos de Xarea.

          Los resultados ofrecidos tras la valoración del contenido de microconstituyentes muestran una dieta basada en productos vegetales, especialmente legumbres, frutos secos y cereales. El índice Sr/Ca corregido utilizado para la determinación del sistema económico de una población (FORNACIARI y MALLEGNI, 1987) confirma un tipo de economía basada en la agricultura con posible ingesta de pescado y productos lácteos. La presencia de concentraciones altas de vanadio en algunos individuos de edad avanzada nos sugiere que la alimentación puede verse modificada por las condiciones del sistema masticatorio, ya que las pérdidas antemortem de las piezas dentarias pueden condicionar la ingesta hacia productos más blandos, leche y/o distintos derivados lácteos. Obviamente, si consumían este tipo de alimentos era porque estaban a su alcance, por lo que debían existir rebaños de ovejas o cabras. Si la región por cuestiones políticas no favorecía el aprovechamiento agrícola, el pastoreo de animales sería más factible. El consumo de pescado se ha detectado por los altos niveles de Sr, al ser muy superiores a los de la fauna, y unos valores bajos del log Ba/Sr (menores de -1.6) que se ha relacionado en trabajos previos con el consumo de productos marinos (BURTON y PRICE, 1990).

          En la medida de lo posible hemos intentado obtener información sobre la alimentación a través de estudios, basados en fuentes escritas, de época musulmana. Algunos de ellos han sido descartados al ser difícilmente representativos del tipo de comida al alcance de la mayoría de la población, bien por su sofisticación, bien por la inaccesibilidad de los productos. En distintos trabajos, GARCIA (1983, 1986) realiza un estudio detallado sobre este aspecto en la Andalucía Islámica a partir, no sólo de la recopilación de las recetas de cocina de diferentes momentos históricos, sino de textos médicos donde se recomiendan o desaconsejan el uso de determinados productos o la manera de prepararlos. Conocemos así que la fuente principal de alimentación de las gentes humildes era esencialmente vegetal tanto en centros urbanos como rurales. Los cereales, base de la alimentación, no sólo se utilizaron para la elaboración de pan sino de otros muchos alimentos como gachas, potajes o sopas. Las sopas espesas de harina, sémola u otras féculas, acompañadas a veces de carne picada, era la comida más frecuente entre las clases humildes (ARIE, 1993).

          Uno de los productos básicos fue el pan. Este alimento no era realizado exclusivamente a partir de harina de trigo, que sin duda era el de mejor calidad, como lo atestiguan Averroes (Córdoba, 1126-1198) o Avenzoar (Sevilla, 1092-1061) que lo consideraban "el alimento vegetal más adecuado para el organismo humano" (GARCIA, 1983). Parece que el consumo de harinas más o menos integrales fueron de uso general, quedando la refinada restringida a determinados grupos sociales; así existían cuatro clases de harina de trigo: la de adárgama (flor de harina, la de mejor calidad), la de sémola, la de almodón (harina obtenida mojando el trigo antes de molerlo) y la roja (harina rojiza que incluye parte de la cascarilla del trigo). En época de penuria, parece que se utilizan otro tipo de harinas realizadas con cereales secundarios, leguminosas y otros granos feculentos. Según GARCIA (1983), éste era el pan de sustitución de la clase pudiente pero, los que no tenían grandes recursos económicos, tenían que recurrir a la harina de plantas silvestres, frutas y/o raíces.

          En zonas rurales, en los momentos de carestía, uno de los cereales secundarios más frecuentemente utilizados era el sorgo, junto con el centeno y el mijo. Sin embargo, ARIE señala que, en períodos pocos favorables, las clases humildes musulmanas tomaban pan de cebada y mijo, a diferencia de los castellanos que tomaban pan de centeno y cebada. También se elaboraban panes de leguminosas con garbanzos, lentejas, guisantes, habas o alubias, parece que las legumbres secas se aproximan en su composición alimenticia a la carne, leche o huevos en cuanto a la riqueza en proteínas (mayor que la de los cereales), en elementos minerales y vitaminas, aportando un elevado número de calorías (GARCIA, 1983). El consumo de este tipo de alimentos, relacionado con elevadas concentraciones de magnesio, parece evidente en Xarea; incluso podrían haber sido ingeridos como fuente de proteínas de origen vegetal en ausencia de las animales. En zonas montañosas se utilizaba el pan de frutos secos elaborado con vainas de algarrobas secas, bellotas, castañas, almendras y otros frutos de corteza dura, que tras quitarles la cáscara y triturarlo se amasaban con levadura de trigo u otro tipo de harina y se cocinaban en una sartén. Posiblemente era frecuente la sustitución del trigo por otro cereal o leguminosa, dado el déficit tradicional cerealístico de Andalucía; sabemos que desde el siglo X, era necesaria la importación de cereales del norte de Africa (ARIE, 1993; CARA, 1993), aunque también se recurrió al cultivo de trigo en zonas de riego para garantizar una parte de la producción (JIMENEZ, 1997).

          Como podemos apreciar, se consumía de forma destacada todo tipo de cereales, pero también era muy frecuente el uso de un variado surtido de frutos secos y legumbres, todos ellos utilizados no sólo para acompañar determinados guisos, sino para elaborar alimentos de primera necesidad. El estudio de elementos traza realizado en Xarea confirmaría este tipo de alimentación, especialmente basada en vegetales verdes, representado por altos niveles de estroncio, en cereales y legumbres, por las concentraciones importantes de magnesio, y de frutos secos, valores elevados de bario. Este tipo de alimentos podrían consumirse en forma semisólida, gachas, sopas espesas o potajes como presumíamos por el bajo desgaste dentario. Es posible que la utilización frecuente de frutos secos en su dieta, junto con la miel y el azúcar, haya sido un factor importante en la alta incidencia de caries detectada, al ser productos de fácil adherencia a las zonas interproximales de los dientes y de difícil limpieza. El cultivo de la caña de azúcar fue introducido en tiempos de Abderramán I.

          La leche constituía una parte fundamental de la alimentación de los árabes. Era bastante consumida a nivel popular y particularmente entre los campesinos (GARCIA, 1986), donde sería de fácil acceso al practicar un tipo de economía que combina agricultura y ganadería. Según ARIE, la comida de mediodía era particularmente frugal en verano: pan, ensalada de lechuga, aceitunas y queso; por la noche era frecuente tomar melón y leche. Los productos lácteos: queso, requesón, leche desnatada, cuajada, mantequilla y manteca eran comunes en su dieta. Esta autora resalta que el queso de Dalías, Sur de Almería, era particularmente apreciado. El consumo de estos productos en Xarea queda atestiguado por medio de las concentraciones de vanadio detectadas, en especial entre los individuos de mayor edad, posiblemente influídos por la pérdida de piezas dentarias antemortem que algunos de ellos presenta. Los derivados lácteos serían relativamente frecuentes y de acceso sencillo sobre todo en una comunidad de ámbito rural, donde las condiciones políticas y geográficas de Vélez debieron influir para tener una mayor explotación ganadera; quizá tampoco deberíamos olvidar el significado del propio topónimo de Xarea, Camino del abrevadero.

          Las frutas y hortalizas eran producidas con profusión en la agricultura musulmana, su importancia se refleja por la inclusión en nuestro idioma de muchas palabras de origen árabe como albaricoque, naranja, limón, alcachofa, berenjena. Este tipo de productos que no fueron subordinados al trigo eran cultivados en zonas de regadío (CARA, 1993). El agua era recogida mediante diferentes sistemas de riego, pero en Vélez se conoce incluso la construcción de minas de poca profundidad para aprovechar el agua subterránea del cerro del Maimón (CARA, 1993).

          Según las fuentes consultadas por GARCIA (1986) el pescado era bastante consumido por las clases humildes de las zonas costeras, sobre todo, el boquerón y las sardinas. Era vendido en los zocos de diferentes maneras fresco, frito, seco y en salmuera. Su carácter popular lo atestigua el número de personas encargado de su venta en los mercados, así como los documentos que pretendían legislar su venta y poner límite a los fraudes. Los peces de río, como la trucha, y aquellos que alternan su vida entre el agua salada y la dulce, como el sábalo y el esturión, eran muy estimados y se consideraban magros, de carne fina y elástica. En Xarea el consumo de estos productos parece ser elevado en algunos individuos, lo que nos plantea distintas explicaciones, entre ellas, la posibilidad de la presencia de gente llegada de lugares cercanos a la costa, acostumbrados a ingerir estos alimentos o personas que se desplazan allí con cierta regularidad. Sin embargo, la frecuencia tan alta de individuos con valores de log Ba/Sr negativos nos hace pensar que no son casos puntuales y que, el acceso a este tipo de productos no estaba restringido sólo a personas concretas. Recordemos aquí que en Lorca había multas a la gente que pescaba en los ríos y que provocaba la rotura de las conducciones de agua para el riego de las huertas. Además la relativa cercanía de la costa, unos dos días de camino, nos permitiría suponer el posible comercio y la llegada de pescado, seco o en salmuera, a la zona de Vélez.

          La carne probablemente era un producto de lujo. Así, el consumo de determinados tipos de carne como el cordero parece estar restringido a clases sociales acomodadas, o a ocasiones de celebraciones especiales (GARCIA, 1986; LADERO, 1989; ARIE, 1993). Aunque a nivel popular, la más consumida parece ser la de cabra; también debieron ocupar un lugar importante en el régimen alimentario las aves y los animales de caza. Los tratados médicos enumeran bastantes aves tanto domésticas como silvestres (GARCIA, 1986), pero algunas son demasiado exquisitas para ser consumidas en zonas rurales y por gente humilde como los pavos reales o las grullas. Sin duda, la gallina era el ave más apreciada. La carne de caza más común era el conejo, aunque las clases más pobres consumían tan sólo despojos de reses y aves. A estos platos de carne que, normalmente se tomaban cocidos, se les añadían distintas verduras. En Xarea, la carne no debió ser frecuentemente incluida en la dieta si atendemos tanto a los niveles de zinc como a los de cobre. Algunos autores (EZZO, 1994a) han detectado que cuando la dieta es rica en cereales, la concentración de Zn que refleja el hueso es menor que la que correspondería por la ingesta de carne. Se afirma que la presencia de fitatos en los cereales impide, por su efecto quelante, la absorción de parte de los metales presentes en la alimentación como el Zn y el Cu. Nuestros datos analíticos demuestran que la ingesta de carne roja era pobre y aún aceptando el posible efecto de los fitatos, nada apoya la idea de una población con alimentación basada en la ganadería. Lógicamente, la existencia de ganado como una parte importante de la economía de esta comunidad no implicaría su utilización como fuente de alimento básico, sino como un recurso para generar otros productos necesarios para su supervivencia o como mercancía de intercambio para la obtención de distintos bienes.

          Los resultados analíticos de elementos traza obtenidos apoyarían un tipo de economía agrícola con aprovechamiento de productos lácteos y piscícolas. Este sería un sistema integral de explotación del territorio donde se utilizarían, como era de esperar, todos los recursos presentes en el medio, condicionados por un entorno, geográfico y político, no demasiado favorable.

 

         ¿Cuales eran sus condiciones de vida y salud?

          Establecidas cuales eran las principales bases económicas de la gente que vivía en el entorno de Vélez Rubio, también resulta esencial conocer cuales eran sus condiciones de vida y salud. Los restos de individuos infantiles presentes en la muestra de Xarea son muy escasos y están deficientemente conservados, y serán objeto de un trabajo específico posterior. Sin embargo, contamos con una representación bastante amplia de piezas dentales de individuos adultos; y a partir de las mismas podemos extraer información de gran relevancia sobre la etapa de desarrollo infantil. La hipoplasia del esmalte fue estudiada en ocho dientes permanentes evaluando la severidad, periodicidad y duración de las alteraciones, cubriendo desde el nacimiento a los siete años de edad aproximadamente. No se detectaron diferencias sexuales en la manifestación de esta lesión del esmalte dentario, por lo que no podemos admitir la existencia de un trato discriminatorio hacia las niñas en esta población, en contra de lo expuesto por autores que han estudiado otras series musulmanas (BERNIS et al., 1992, BRANDI, 1992). Aunque el Corán prohíbe de forma expresa el infanticidio, no podemos valorar si existía un trato negligente en los primeros meses de vida que provocase la muerte a una parte de las niñas pero, al menos, aquellas que llegaron a la edad adulta tuvieron unas condiciones durante la infancia muy similares a las de los varones.

          Hemos encontrado que casi la totalidad de individuos presentan algún episodio de hipoplasia y que se repiten cíclicamente (86%). Esta periodicidad nos hace pensar en la existencia de épocas en las que se produce un descenso en las defensas del organismo que no llegaron a ser fatales puesto que el individuo se repuso, pero dejaron señales de su existencia. La elevada incidencia de esta lesión indica las duras condiciones de vida a la que estuvo expuesta la población infantil. Es posible que determinados momentos del año, como por ejemplo el verano, puedan ser especialmente duros en los primeros años de vida, sobre todo, si los recursos alimenticios no son suficientes para acumular reservas que permitan afrontar períodos carenciales o si se producen enfermedades infectocontagiosas. Algunos de los niños que sufrieron con mayor severidad la enfermedad necesitaron varios meses hasta su completo restablecimiento, en ocasiones hasta un año. La enfermedad era por tanto común a la mayoría de los individuos y repetida a lo largo de la infancia, la causa más probable serían las infecciones intestinales, como ya han apuntado algunos autores (HUTCHINSON y LARSEN, 1988).

          El destete supone, sin duda, el momento más crítico en la salud del niño; el tránsito a una comida fundamentalmente sólida no debió producirse de forma radical, pero los dos años de edad coincide con la incidencia más alta de esta patología. Esta edad es la señalada por el Corán para el destete aunque, al margen de la coincidencia con las creencias religiosas, también coincide con el límite inferior del intervalo más frecuente en sociedades agrícolas (2-6 años) propuesta por LANPHEAR (1990), y podría guardar relación con un control natural de los embarazos.

 

          Los indicadores de salud analizados para la valorar las condiciones de vida en la edad adulta se han centrado en el estudio del tamaño corporal, la estatura, y la comparación con otras poblaciones peninsulares, así como la incidencia de lesiones degenerativas articulares y las fracturas.

          El esqueleto postcraneal de la muestra de Xarea tiene unos caracteres morfológicos muy similares al resto de poblaciones de la zona suroriental de Andalucía, pero claramente distintos a las restantes poblaciones del centro y norte peninsular. La serie más parecida a Xarea es la hispanomusulmana de La Torrecilla (Granada). En realidad también existen diferencias con las series prehistóricas del sureste andaluz ya que éstas son más robustas que las de época medieval aunque todas son, en conjunto más gráciles, que las restantes poblaciones comparadas. Esto implicaría la probable influencia de un componente genético distinto entre ambas regiones de la Península, que permitiría diferenciar unas de otras. En el estudio de la estatura, por el contrario, no existen grandes divergencias entre poblaciones, por lo que el teórico incremento secular asociado a la diferente cronología de las series no se ha observado. Posiblemente hasta que no se ha producido una mejora sustancial de las condiciones de vida durante la infancia, especialmente de la nutrición, como ha ocurrido en el transcurso del presente siglo en los países industrializados, no se generó este incremento de forma significativa.

          En general, la salud de la muestra de los individuos que habitaron en el área de Xarea no era demasiado buena. Si tenemos en cuenta la aseveración de WALDRON (1991) cuando afirma que lo normal en una persona mayor es que se encuentre aquejada de artrosis en alguna articulación, no debería extrañarnos que en Xarea con un 46% de individuos mayores de 40 años, la frecuencia de OA alcance a la práctica totalidad de individuos. Pero la influencia del factor edad, no puede ser considerada como la única razón de unos porcentajes tan elevados. Entre 31 y 40 años, la frecuencia de osteoartrosis en las articulaciones del hombro, codo, mano, cadera y rodilla ya sobrepasan el 50% de afectados en alguno de los sexos. En el caso de la articulación de la mano, las lesiones se generalizan al 88% de las mujeres, mientras el 76% de los varones ya presentan OA en la muñeca en dicho intervalo de edad. Sin duda, la actividad física desarrollada debió ser bastante intensa y provocó una degeneración articular a edades medias de la vida tanto en varones como en mujeres.

          La OA de la extremidad superior en el intervalo de 31 a 40 años afecta especialmente a manos y hombros en las mujeres, mientras que en los hombres las articulaciones más afectadas son codo y muñeca. Es probable que la carga excesiva de peso en los brazos sea la causa de aparición de esta lesión en los varones; casi un tercio de la serie masculina presentaba también entesopatías en las zonas de inserción del redondo y pectoral de ambos brazos que podrían ser generadas por este tipo de acciones. Sin embargo, en las mujeres las articulaciones podrían verse dañadas como consecuencia de la manipulación manual y los movimientos que requieran la rotación o la elevación del brazo. Conocemos que en la época de florecimiento económico de Almería (siglo XI- mediados del XII) el reconocimiento de la calidad de sus tejidos en seda se extendía por todo el Mediterráneo, por lo que su producción aumentó como consecuencia de la fuerte demanda, permitiendo equilibrar la balanza económica de las importaciones (CARA, 1993; ARIE, 1993). La importancia de esta materia llegó a ser tal que, en el siglo XV ante la prohibición de sacar del país oro o plata, la gente que tuvo que emigrar cambiaban sus bienes por seda (LADERO, 1989). Desgraciadamente las fuentes escritas no permiten estimar si la comarca velezana producía o al menos preelaboraba la seda, pero sabemos que esto era frecuente en el medio rural (LADERO, 1989; ARIE, 1993), contribuyendo decisivamente a la economía familiar. Sólo contamos con la información toponímica para reconocer una zona cercana a Xarea, llamada El Moredal, que lógicamente debió estar dedicado al cultivo del árbol cuyas hojas alimentan a los gusanos de la seda; la importancia de la producción puede estimarse si consideramos que a finales del siglo XV entre un 50% y un 65% de los árboles en Almería eran moreras o morales (CARA, 1993).

          El tratamiento de la seda requería hervir los capullos a temperaturas concretas según su calidad (GARZON, 1972) y posteriormente tenía que ser hilada mediante usos y ruecas. ARIE (1993) comenta la existencia de ruecas y telares en gran número de casas andaluzas en época nazarí, siendo una de las actividades productivas más frecuentemente realizada por mujeres. Igualmente pensamos que la presencia de ganadería pudo haber generado una actividad artesanal relacionada con el tejido de la lana, necesaria para la elaboración de vestidos, túnicas, mantas y alfombras; ni podemos olvidar que el esparto es una materia de crecimiento espontáneo en esta comarca y debió ser utilizado probablemente para la realización de cestos o esteras. Este tipo de trabajos pueden perfectamente ser realizados en las casas y si fuera frecuente o continuado, explicaría la alta incidencia de OA en las articulaciones de la mano, puesto que tanto las labores de tejido como de urdimbre precisan una intensa actividad mecánica de los dedos. Esta hipótesis sería consistente con las entesopatías en epicóndilo y epitróclea del húmero, ambas relacionadas con la flexión y extensión de los dedos, concretamente la presencia de exóstosis en los flexores afecta a casi la mitad de la población.

          Una cuestión interesante es que ninguno de estos marcadores de la epífisis distal del húmero muestra diferencias sexuales, aunque las mujeres tienen frecuencias ligeramente más elevadas. Esto sugiere que varones y mujeres tendrían actividades al menos parcialmente similares o que siendo distintas requieren el uso frecuente de flexores y extensores de los dedos. Las labores de urdimbre requieren una habilidad especial y en poblaciones no industrializadas actuales los niños trabajan en ellas ya que el tamaño de sus dedos permite entresacar mejor los hilos. De ese modo desde temprana edad, podrían participar en estas tareas artesanales, y si la dedicación se prolongara hasta o durante la edad adulta esta actividad podría generar la aparición de OA en la mano a edades relativamente jóvenes. En el caso de la tejeduría, en el siglo X, Abderramán III mandó construir en la ciudad de Almería una fábrica de tiraz, variedad de tejido en seda que requiere una alta especialización de los tejedores (SEGURA, 1979); estos artesanos sederos creemos que debían ser varones por lo que no podemos descartar que en el ámbito rural no colaborasen en su elaboración, aunque LADERO (1989) piensa que la tejeduría se realizaba en centros especializados de las ciudades y no en el campo. Por otro lado, los hombres sí parecen estar más vinculados con el trabajo agrícola y ganadero, posiblemente labores como ordeñar, recoger la siembra con la hoz, esquilar o trabajar y curtir el cuero pudieran ser suficiente para dejar unas huellas evidentes en el hueso. Lesiones que en ocasiones eran graves ya que el 13% de los varones presentan pulido o eburnación en alguna de las articulaciones de la mano frente a sólo el 6% de las mujeres.

          En la serie femenina es muy frecuente encontrar OA en el hombro, posiblemente a causa de movimientos de rotación y elevación repetida del brazo. No se ha detectado que un lado se encuentre significativamente más afectado que otro, aunque el izquierdo presenta el porcentaje ligeramente más alto; quizá en algunos trabajos, como el de tejer sobre un telar, sea frecuente la acción de elevar ambos brazos, con lo que serían susceptibles de verse afectados por igual. En un 13% de las mujeres se detectaron marcas de inserción del redondo mayor en el húmero, entesopatía relacionada con la rotación del brazo, siendo el lado derecho el más afectado. Pensamos que algunas mujeres podrían transportar objetos, cestos o cántaros, en la cabeza que necesitaran ser sostenidos con una mano, sin duda, una acción continuada o muy repetida podría dejar huellas de estas características.

 

          En resumen, el estudio morfológico del esqueleto postcraneal, la valoración de las distintas patologías orales y la concentración de elementos traza en el hueso permiten concluir que la economía de la población de Xarea se centraba en la explotación agrícola, con un patrón alimenticio basado en la ingesta de vegetales como cereales, frutos secos y legumbres, con un aporte destacado de productos lácteos y pescado. Las lesiones encontradas en las articulaciones de la mano tanto de hombres como de mujeres podrían ser reflejo de una actividad manual importante, que se vería correspondida por la elevada frecuencia de entesopatías de los flexores y extensores de los dedos. El porcentaje tan elevado de osteoartrosis en individuos menores de cuarenta años indica la existencia de una actividad manual frecuente, quizá de tipo artesanal.

          No ha sido posible realizar una reconstrucción precisa del número de personas que habitaron la zona al encontrar fuertes discrepancias entre los resultados detectados por los estimadores paleodemográficos y los datos históricos a los que hemos tenido acceso. En este caso, es posible que la población se haya visto sometida a importantes fluctuaciones demográficas como consecuencia de su situación de frontera. La existencia de enfrentamientos violentos, que podrían haber sido frecuentes debido a la inestabilidad de la zona, no puede ser confirmada con seguridad salvo en un caso concreto, el que hace referencia a un individuo con traumatismo craneal producido por un arma cortante. Las restantes fracturas pueden haberse producido de forma accidental, si bien algunos casos que presentan politraumatismos serían susceptibles de ser considerados fruto de enfrentamientos interpersonales. Tampoco debemos olvidar que la frecuencia de fracturas es mayor en varones, aunque una actividad física diferencial también podría generar la divergencia observada.

          Tras este trabajo aún hay otras preguntas sin responder ¿existen otras necrópolis de similar cronología en Vélez Rubio? ¿cómo se encuentran estructuradas las viviendas de esta comunidad? ¿existía un sistema disperso o concentrado en la forma de ocupación del territorio?, sólo una investigación a largo plazo quizá podrá aclarar algunos de estos aspectos. Tampoco se han finalizado las investigaciones referidas a los restos humanos, todavía debemos valorar la incidencia de enfermedades infecciosas, las lesiones detectadas en la columna vertebral junto con otras entesopatías. Necesitamos delimitar el período de utilización de la necrópolis; probablemente los restos depositados en el CSIC puedan ayudarnos; tenemos información sobre dimensiones craneales y mandibulares que, a pesar de su pequeño número, podrán ser igualmente útiles para caracterizar a los individuos adultos y creemos de interés analizar los restos infantiles a pesar de su mal estado de conservación. Algunas de estas tareas ya están casi terminadas, otras esperan a nuevos investigadores, sin duda, los resultados que aporten estos nuevos estudios permitirán completar la visión ofrecida en esta investigación, verificando o rebatiendo algunas de las hipótesis aquí propuestas

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